Defiende que amar por elección del arbitrio, es sólo digno de racional correspondencia
Al amor, cualquier curioso
hallará una distinción;
que uno nace de elección
y otro de influjo imperioso.
Éste es más afectüoso,
porque es el más natural,
y así es más sensible: al cual
llamaremos afectivo;
y al otro, que es electivo,
llamaremos racional.
Éste, a diversos respectos,
tiene otras mil divisiones
por las denominaciones
que toma de sus objetos.
Y así, aunque no mude efectos,
que muda nombres es llano:
al de objeto soberano
llaman amor racional;
y al de deudos, natural;
y si es amistad, urbano.
Mas dejo esta diferencia
sin apurar su rigor;
y pasando a cuál amor
merece correspondencia,
digo que es más noble esencia
la del de conocimiento;
que el otro es un rendimiento
de precisa obligación,
y sólo al que es elección
se debe agradecimiento.
Pruébolo. Si aquél que dice
que idolatra una beldad,
con su libre voluntad
a su pasión contradice,
y llamándose infelice
culpa su estrella de avara
sintiendo que le inclinara,
pues si en su mano estuviera,
no sólo no la quisiera,
mas, quizá, la despreciara.
Si pende su libertad
de un influjo superior,
diremos que tiene amor,
pero no que voluntad;
pues si ajena potestad
le constriñe a obedecer,
no se debe agradecer
aunque de su pena muera,
ni estimar el que la quiera
quien no la quiere querer.
El que a las prensas se inclina
sin influjo celestial,
es justo que donde el mal,
halle también medicina;
mas a aquél que le destina
influjo que le atropella,
y no la estima por bella
sino porque se inclinó,
si su estrella le empeñó,
vaya a cobrar de su estrella.
Son, en los dos, los intentos
tan varios, y las acciones,
que en uno hay veneraciones
y en otro hay atrevimientos:
tino aspira a sus contentos,
otro no espera el empleo;
pues si tal variedad veo,
¿quién tan bárbara será
que, ciega, no admitirá
más un culto que un deseo?
Quien ama de entendimiento,
no sólo en amar da gloria,
mas ofrece la victoria
también del merecimiento;
pues, ¿no será loco intento
presumir que a obligar viene
quien con su pasión se aviene
tan mal que, estándola amando,
indigna la está juzgando
del mismo amor que la tiene?
Un amor apreciativo
solo merece favor,
porque un amor, de otro amor
es el más fuerte atractivo;
mas en un ánimo altivo
querer que estime el cuidado
de un corazón violentado,
es solicitar con veras
que agradezcan las galeras
la asistencia del forzado.
A la hermosura no obliga
amor que forzado venga,
ni admite pasión que tenga
la razón por enemiga;
ni habrá quien le contradiga
el propósito e intento
de no admitir pensamiento
que, por mucho que la quiera,
no le dará el alma entera,
pues va sin entendimiento.
Al amor, cualquier curioso
hallará una distinción;
que uno nace de elección
y otro de influjo imperioso.
Éste es más afectüoso,
porque es el más natural,
y así es más sensible: al cual
llamaremos afectivo;
y al otro, que es electivo,
llamaremos racional.
Éste, a diversos respectos,
tiene otras mil divisiones
por las denominaciones
que toma de sus objetos.
Y así, aunque no mude efectos,
que muda nombres es llano:
al de objeto soberano
llaman amor racional;
y al de deudos, natural;
y si es amistad, urbano.
Mas dejo esta diferencia
sin apurar su rigor;
y pasando a cuál amor
merece correspondencia,
digo que es más noble esencia
la del de conocimiento;
que el otro es un rendimiento
de precisa obligación,
y sólo al que es elección
se debe agradecimiento.
Pruébolo. Si aquél que dice
que idolatra una beldad,
con su libre voluntad
a su pasión contradice,
y llamándose infelice
culpa su estrella de avara
sintiendo que le inclinara,
pues si en su mano estuviera,
no sólo no la quisiera,
mas, quizá, la despreciara.
Si pende su libertad
de un influjo superior,
diremos que tiene amor,
pero no que voluntad;
pues si ajena potestad
le constriñe a obedecer,
no se debe agradecer
aunque de su pena muera,
ni estimar el que la quiera
quien no la quiere querer.
El que a las prensas se inclina
sin influjo celestial,
es justo que donde el mal,
halle también medicina;
mas a aquél que le destina
influjo que le atropella,
y no la estima por bella
sino porque se inclinó,
si su estrella le empeñó,
vaya a cobrar de su estrella.
Son, en los dos, los intentos
tan varios, y las acciones,
que en uno hay veneraciones
y en otro hay atrevimientos:
tino aspira a sus contentos,
otro no espera el empleo;
pues si tal variedad veo,
¿quién tan bárbara será
que, ciega, no admitirá
más un culto que un deseo?
Quien ama de entendimiento,
no sólo en amar da gloria,
mas ofrece la victoria
también del merecimiento;
pues, ¿no será loco intento
presumir que a obligar viene
quien con su pasión se aviene
tan mal que, estándola amando,
indigna la está juzgando
del mismo amor que la tiene?
Un amor apreciativo
solo merece favor,
porque un amor, de otro amor
es el más fuerte atractivo;
mas en un ánimo altivo
querer que estime el cuidado
de un corazón violentado,
es solicitar con veras
que agradezcan las galeras
la asistencia del forzado.
A la hermosura no obliga
amor que forzado venga,
ni admite pasión que tenga
la razón por enemiga;
ni habrá quien le contradiga
el propósito e intento
de no admitir pensamiento
que, por mucho que la quiera,
no le dará el alma entera,
pues va sin entendimiento.