Moriste, duque excelso de Sor Juana

¡Moriste, duque excelso, en fin moriste,
sol de Veragua claro y refulgente,
que apenas ilustrabas el oriente
cuando en fatal ocaso te pusiste!

¡Tú, que por tantas veces te ceñiste
el desdén vencedor del sol ardiente,
apareciste exhalación luciente,
llegaste aplauso, ejemplo feneciste!

Moriste, en fin, pero mostraste, osado,
el valor de tu pecho no vencido,
de la propria nación tan venerado,

de las contrarias armas tan temido;
moriste de improviso, que aun el hado
no osara acometerte prevenido.
 

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