Romance de Sor Juana

Con ocasión de celebrar el primer año que cumplió el hijo del señor virrey, le pide a su excelencia indulto para un reo


Gran marqués de la Laguna,
de Paredes conde excelso,
que en la cuna reducís
lo máximo a lo pequeño;
fondo diamante que arroja
tantos esplendores regios
que en poca cantidad cifra
el valor de muchos reinos:
Yo, señor, una crïada
que sabréis, andando el tiempo
y andando vos, desde ahora
para entonces os prevengo
que sepáis que os quise tanto
antes de ser, que primero
que de vuestra bella madre,
nacistes de mi concepto,
y que le hice a Dios por vos
tantas plegarias y ruegos,
que a cansarse el Cielo juzgo
que hubiera cansado al Cielo.
¡Cuánto deseé el que salierais
de ser mental compañero
de las criaturas posibles
que ni serán, son, ni fueron!
Ana por Samuel no hizo
más visajes en el templo,
dando qué pensar a Helí,
que los que por vos he hecho.
No dejé santo ni santa
de quien con piedad creemos
que de impetrar sucesiones
obtienen el privilegio,
que no hiciera intercesora,
que no hiciera medianero,
porque os sacase de idea
al ser, el Poder Supremo.
Salistes, en fin, a luz,
con aparato tan bello,
que en vuestra fábrica hermosa
se ostentó el saber inmenso.
Pasóse aquella agonía,
y sucedióle al deseo
(que era de teneros antes),
el cuidado de teneros.
Entró con la posesión
el gusto, y al mismo tiempo
el desvelo de guardaros
y el temor de no perderos.
¡Oh, cuántas veces, señor,
de experiencia conocemos
que es más dicha una carencia
que una posesión con riesgo!
Dígolo porque en los sustos
que me habéis dado y los miedos,
bien puedo decir que tanto
como me costáis, os quiero.
¿Cuántas veces ha pendido
de lo débil de un cabello
de vuestra vida, mi vida,
de vuestro aliento, mi aliento?
¿Qué achaque habéis padecido,
que no sonase, aun primero
que en vuestra salud el golpe,
en mi corazón el eco?
El dolor de vuestra madre,
de vuestro padre el desvelo,
el mal que pasabais vos
y el cariño que yo os tengo,
todo era un cúmulo en mí
de dolor, siendo mi pecho
de tan dolorosas líneas
el atormentado centro.
En fin, ya, gracias a Dios,
habemos llegado al puerto,
pasando vuestra edad todo
el océano del cielo.
Ya habéis visto doce signos,
y en todos, Alcides nuevo,
venciendo doce trabajos
de tantos temperamentos;
ya, hijo luciente del Sol,
llevando el carro de Febo,
sabéis a Flegón y Eonte
regir los fogosos frenos;
ya al León dejáis vencido,
ya al Toro dejáis sujeto,
ya al Cáncer sin la ponzoña
y al Escorpión sin veneno;
sin flechas al Sagitario,
hollando de Aries el cuello,
a Géminis envidioso,
y a Acuario dejáis sediento;
enamorada a la Virgen,
a los Peces dejáis presos,
al Capricornio rendido
y a Libra inclinado el peso.
Ya habéis experimentado
la variedad de los tiempos,
que divide en cuatro partes
la trepidación del cielo:
florida, a la primavera,
al estío, macilento,
con su razón, al otoño,
y con su escarcha, al ivierno.
Ya sabéis lo que es vivir;
pues, dado un círculo entero
a vuestra dichosa edad,
quien hace un año, hará ciento.
Ya, en fin, de nuestro natal,
¿natal dije? ¡Qué gran yerro!
¡Que este término me roce
las cuerdas del instrumento!
Pero habiendo de ser años,
¿qué término encontrar puedo
que no sea, años, edad,
natalicio o nacimiento?
Perdonad, señor, y al caso
un chiste contaros quiero,
que a bien que todas las coplas
son una cosa de cuento:
predicaba un cierto quídam
los sermones de san Pedro
muchos años, y así casi
siempre decía uno mesmo;
murmuróle el auditorio
lo rozado en los conceptos,
y avisóselo un amigo
con caritativo celo;
y él respondió: -«Yo mudar
discurso ni asunto puedo,
mientras nuestra madre Iglesia
no me mude el Evangelio.»
Este es el cuento, que puede
ser que gustéis de saberlo,
y si no os agrada, dadlo
por no dicho y por no hecho.
Lo que ahora nos importa
es, fresco pimpollo tierno,
que viváis largo y tendido,
y que crezcáis bien y recio.
Que les deis a vuestros padres
la felicidad de veros
hecho unión de sus dos almas,
visagra de sus dos pechos.
Que se goce vuestra madre
de ser, en vuestros progresos,
la Leda de tal Apolo,
de tal Cupido, la Venus.
Que den sucesión dichosa
a quien sirvan los imperios,
a quien busquen las coronas,
a quien aclamen los cetros.
Que mandéis en la Fortuna,
siendo en sus opuestos ceños,
el móvil de vuestro arbitrio,
el eje de su gobierno.
Creced Adonis y Marte,
siendo, en belleza y esfuerzo
de la corte y la campaña,
el escudo y el espejo.
Y pues es el fausto día
que se cumple el año vuestro,
de dar perdón al convicto
y dar libertad al preso:
dad la vida a Benavides,
que aunque sus delitos veo,
tiene parces vuestro día
para mayores excesos.
A no haber qué perdonar,
la piedad que ostenta el Cielo
ocioso atributo fuera,
o impracticable, a lo menos.
A Herodes en este día
pidió una mujer por premio,
que al sagrado precursor
cortase el divino cuello;
fue la petición del odio,
de la venganza el deseo,
y ejecutó la crueldad
de la malicia el precepto.
Vos sois príncipe cristiano,
y yo, por mi estado, debo
pediros lo más benigno,
y vos no usar lo sangriento.
Muerte puede dar cualquiera;
vida, sólo puede hacerlo
Dios; luego sólo con darla
podéis a Dios pareceros.
Que no es razón que en el día
genial de vuestros obsequios
queden manchadas las aras
ni quede violado el templo.
Y a Dios, que os guarde, señor,
que el decir que os guarde, creo,
que para con Dios y vos
es petición y es requiebro.
 

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