Romance de Sor Juana Inés de la Cruz

A la merced de alguna presea que la excelentísima señora doña Elvira de Toledo, virreina de Méjico, la presentó, corresponde con una perla y este romance, de no menor fuerza, que envió desde Méjico a la excelentísima señora condesa de Paredes

Hermosa, divina Elvira
a cuyas plantas airosas,
los que a Apolo son laureles
aun no las sirven de alfombra;
a quien Venus y Minerva
reconocen, envidiosas,
la ateniense, por más sabia,
la cipria, por más hermosa;
a quien si el pastor Ideo
diera la dorada poma,
lo justo de la sentencia
le excusara la discordia,
pues a vista del exceso
de tus prendas generosas,
sin esperar al examen,
te cediera la corona:
tú, que impedirle pudieras
la tragedia lastimosa
a Andrómeda, y de Perseo
el asunto a la victoria,
pues mirando tu hermosura
las Nereidas, ambiciosas,
su belleza despreciaran
y a ti te envidiaran sola,
ese concepto oriental
que del llanto de la Aurora
concibió concha lucida
a imitación de tu boca,
en quien la naturaleza,
del arte competidora,
siendo forma natural,
finge ser artificiosa,
quizá porque en su figura,
erudición cierta y docta,
a fascinantes contagios
da virtud preservadora;
con justa razón ofrezco
a tus aras victoriosas,
pues por tributo del mar
a Venus sólo le toca.
Bien mi obligación quisiera
que excediera, por preciosa,
a la que líquida en vino
engrandeció egipcias bodas,
o a aquélla que, blasón regio
de la grandeza española,
nuestros católicos reyes
guardan, vinculada joya;
pero me consuela el ver
que, si tu tocado adorna,
con prestarle tú el oriente,
será más rica que todas,
que el lucir tanto los astros
que del cielo son antorchas,
no es tanto por lo que son,
como donde se colocan.
Recíbela por ofrenda
de mi fineza amorosa,
pues para ser sacrificio,
no en vano quiso ser hostia;
mientras yo, para la prenda
de tu mano generosa,
como para mejor perla,
del corazón hago concha.
 

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