Pinta la proporción hermosa de la excelentísima señora condesa de Paredes, con otra de cuidados, elegantes esdrújulos, que aún le remite desde Méjico a su excelencia
Lámina sirva el cielo al retrato,
Lísida, de tu angélica forma;
cálamos forme el sol de sus luces,
sílabas las estrellas compongan.
Cárceles tu madeja fabrica:
dédalo que sutilmente forma
vínculos de dorados ofires,
tíbares de prisiones gustosas.
Hécate, no triforme, mas llena,
pródiga de candores asoma,
trémula no en tu frente se oculta,
fúlgida su esplendor desemboza.
Círculo dividido en dos arcos,
pérsica forman lid belicosa:
áspides que por flechas disparas,
víboras de halagüeña ponzoña.
Lámparas, tus dos ojos, febeas,
súbitos resplandores arrojan;
pólvora que a las almas que llega,
tórridas abrasadas transforma.
Límite, de una y otra luz pura,
último, tu nariz judiciosa,
árbitro es entre dos confinantes,
máquina que divide una y otra.
Cátedras del abril, tus mejillas,
clásicas, dan a mayo, estudiosas,
método a jazmines nevados,
fórmula rubicunda a las rosas.
Lágrimas del aurora congela,
búcaro de fragancias, tu boca;
rúbrica con carmines escrita,
cláusula de coral y de aljófar.
Cóncavo es, breve pira, en la barba,
pórfido en que las almas reposan;
túmulo les eriges de luces,
bóveda de luceros las honra.
Tránsito a los jardines de Venus,
órgano es de marfil, en canora
música, tu garganta, que en dulces
éxtasis aun al viento aprisiona.
Pámpanos de cristal y de nieve,
cándidos tus dos brazos, provocan
tántalos, los deseos ayunos,
míseros, sienten frutas y ondas.
Dátiles de alabastro tus dedos,
fértiles de tus dos palmas brotan,
frígidos si los ojos los miran,
cálidos si las almas los tocan.
Bósforo de estrechez tu cintura,
cíngulo ciñe breve por zona,
rígida (si de seda) clausura,
músculos nos oculta, ambiciosa.
Cúmulo de primores, tu talle,
dóricas esculturas asombra,
jónicos lineamientos desprecia,
émula su labor de sí propria.
Móviles pequeñeces tus plantas,
sólidos pavimentos ignoran;
mágicos que, a los vientos que pisan
tósigos de beldad inficionan.
Plátano, tu gentil estatura,
flámula es que a los aires tremola
ágiles movimientos, que esparcen
bálsamo de fragantes aromas.
Índices de tu rara hermosura,
rústicas estas líneas son cortas;
cítara solamente de Apolo,
méritos cante tuyos, sonora.
Lámina sirva el cielo al retrato,
Lísida, de tu angélica forma;
cálamos forme el sol de sus luces,
sílabas las estrellas compongan.
Cárceles tu madeja fabrica:
dédalo que sutilmente forma
vínculos de dorados ofires,
tíbares de prisiones gustosas.
Hécate, no triforme, mas llena,
pródiga de candores asoma,
trémula no en tu frente se oculta,
fúlgida su esplendor desemboza.
Círculo dividido en dos arcos,
pérsica forman lid belicosa:
áspides que por flechas disparas,
víboras de halagüeña ponzoña.
Lámparas, tus dos ojos, febeas,
súbitos resplandores arrojan;
pólvora que a las almas que llega,
tórridas abrasadas transforma.
Límite, de una y otra luz pura,
último, tu nariz judiciosa,
árbitro es entre dos confinantes,
máquina que divide una y otra.
Cátedras del abril, tus mejillas,
clásicas, dan a mayo, estudiosas,
método a jazmines nevados,
fórmula rubicunda a las rosas.
Lágrimas del aurora congela,
búcaro de fragancias, tu boca;
rúbrica con carmines escrita,
cláusula de coral y de aljófar.
Cóncavo es, breve pira, en la barba,
pórfido en que las almas reposan;
túmulo les eriges de luces,
bóveda de luceros las honra.
Tránsito a los jardines de Venus,
órgano es de marfil, en canora
música, tu garganta, que en dulces
éxtasis aun al viento aprisiona.
Pámpanos de cristal y de nieve,
cándidos tus dos brazos, provocan
tántalos, los deseos ayunos,
míseros, sienten frutas y ondas.
Dátiles de alabastro tus dedos,
fértiles de tus dos palmas brotan,
frígidos si los ojos los miran,
cálidos si las almas los tocan.
Bósforo de estrechez tu cintura,
cíngulo ciñe breve por zona,
rígida (si de seda) clausura,
músculos nos oculta, ambiciosa.
Cúmulo de primores, tu talle,
dóricas esculturas asombra,
jónicos lineamientos desprecia,
émula su labor de sí propria.
Móviles pequeñeces tus plantas,
sólidos pavimentos ignoran;
mágicos que, a los vientos que pisan
tósigos de beldad inficionan.
Plátano, tu gentil estatura,
flámula es que a los aires tremola
ágiles movimientos, que esparcen
bálsamo de fragantes aromas.
Índices de tu rara hermosura,
rústicas estas líneas son cortas;
cítara solamente de Apolo,
méritos cante tuyos, sonora.