Villancico VII de Sor Juana Inés de la Cruz

¡Silencio, atención,
que canta María!
Escuchen, atiendan,
que a su voz divina,
los vientos se paran
y el cielo se inclina.
Silencio, etc.

Coplas


Hoy la maestra divina
de la capilla suprema
hace ostentación lucida
de su sin igual destreza.
Desde el ut del ecce ancilla,
por ser el más bajo empieza,
y subiendo más que el sol
al la de exaltata llega.
Propriedad es de natura,
que entre Dios y el hombre media,
y del cielo el b cuadrado
junta al b mol de la tierra.
B fa b mi, que juntando
diversas naturalezas,
unió el mi de la divina,
al bajo la de la nuestra.
En especies musicales
tiene tanta inteligencia,
que el contrapunto de Dios
dio en ella la más perfecta.
No al compasillo del mundo,
errado, la voz sujeta,
sino a la proporción alta
del compás ternario atenta.
Las cantatrices antiguas,
las Judiques, las Rebecas,
figuras minimas son,
que esta maxima nos muestran.
Dividir las cismas sabe
en tal cuantidad, que en ella
no hay semitono incantable,
porque ninguno disuena.
Y así, del género halló
armónico la cadencia
que, por estar destemplada,
perdió la naturaleza.
Si del mundo el frigio modo
de Dios la cólera altera,
blandamente con el dorio
las divinas iras templa.
Música mejor que Orfeo
(como Ilefonso exagera)
hoy suspendió del abismo
las infatigables penas.
Por los signos de los astros,
la voz entonada suena,
y los angélicos coros
el contrabajo le llevan.
La Iglesia también, festiva,
de acompañarla se precia,
y con sonoras octavas
el sagrado son aumenta.
Con cláusula, pues, final,
sube a la mayor alteza,
a gozar de la Tritona
las consonancias eternas.
 

Most Reading

statcounter