Endecasílabo de Sor Juana Inés de la Cruz

Satisface, con agradecimiento, a una queja que su excelencia tuvo de no haberla esperado a ver

¡Qué bien, divina Lisi,
tu sacra deidad sabe
para humillar mis dichas,
mezclarme en los favores los pesares!
No esperar fue el delito
que quieres castigarme;
¿quién creerá que fue culpa
no esperar lo que no puede esperarse?
Casualidad fue sola
quien pudo ocasionarme,
que nunca a un infelice
faltan para su mal casualidades.
En leyes de palacio,
el delito más grave
es esperar; y en mí
fue el delito mayor el no esperarte.
Acusas mi cariño,
como si fuera fácil
pensar yo que tú piensas
que dejar de adorarte puede nadie.
Desconfiar de aquello
que es preciso ignorarse,
es gala de lo cuerdo
y fuera imperfección en las deidades.
Más tú, divino dueño,
¿cómo puedes negarme
que sabes que te adoro,
porque quien eres, de por fuerza, sabes?
Baste ya de rigores,
hermoso dueño, baste,
que tan indigno blanco
a tus sagrados tiros es desaire.
 

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