¡Aparten!, ¿cómo, a quién digo?
¡Fuera, fuera, plaza, plaza,
que va la jacarandina!
¿Cómo que no, sino al alba?
Vaya de jácara, vaya, vaya,
que si corre María con leves plantas,
un corrido es lo mismo que una jácara.
¡Allá va, fuera, que sale
la valiente de aventuras,
deshacedora de tuertos,
destrozadora de injurias!
Lleva de rayos del sol
resplandeciente armadura,
de las estrellas, y el yelmo,
los botines, de la luna;
en un escudo luciente
con que al infierno deslumbra,
un mote con letras de oro
en que dice, Tota pulchra.
La celebrada de hermosa
y temida por sañuda,
Bradamante en valentía,
Angélica en hermosura;
la que si desprende al aire
la siempre madeja rubia,
tantos Roldanes la cercan
cuantos cabellos la inundan;
la que deshizo el encanto
de aquella serpiente astuta,
que con un conjuro a todos
nos puso servil coyunda;
la que venga los agravios
y anula leyes injustas,
asilo de los pupilos
y amparo de las vïudas;
la que libertó los presos
de la cárcel, donde nunca
a no intervenir su aliento,
esperaban la soltura;
la de quien tiembla el infierno,
si su nombre se pronuncia,
y dicen que las vigilias
los mismos reyes le ayunan;
la que nos parió un león
con cuya rugiente furia
al dragón encantador
puso en vergonzosa fuga;
la más bizarra guerrera
que entre la alentada turba,
sirviendo al imperio sacro
mereció corona augusta;
la paladina famosa,
que con esfuerzo e industria
conquistó la Tierra Santa,
donde para siempre triunfa.
Ésta, pues, que a puntapiés
no hay demonio que la sufra,
pues en mirando sus plantas
le vuelve las herraduras,
coronada de blasones
y de hazañas que la ilustran,
por no caber ya en la tierra,
del mundo se nos afufa,
y andante de las esferas,
en una nueva aventura,
halla el tesoro escondido
que tantos andantes buscan,
donde con cierta virtud,
que la favorece, oculta,
de vivir eternamente
tiene manera segura.
Vaya muy en hora buena,
que será cosa muy justa,
que no muera como todas
quien vivió como ninguna.
¡Fuera, fuera, plaza, plaza,
que va la jacarandina!
¿Cómo que no, sino al alba?
Vaya de jácara, vaya, vaya,
que si corre María con leves plantas,
un corrido es lo mismo que una jácara.
¡Allá va, fuera, que sale
la valiente de aventuras,
deshacedora de tuertos,
destrozadora de injurias!
Lleva de rayos del sol
resplandeciente armadura,
de las estrellas, y el yelmo,
los botines, de la luna;
en un escudo luciente
con que al infierno deslumbra,
un mote con letras de oro
en que dice, Tota pulchra.
La celebrada de hermosa
y temida por sañuda,
Bradamante en valentía,
Angélica en hermosura;
la que si desprende al aire
la siempre madeja rubia,
tantos Roldanes la cercan
cuantos cabellos la inundan;
la que deshizo el encanto
de aquella serpiente astuta,
que con un conjuro a todos
nos puso servil coyunda;
la que venga los agravios
y anula leyes injustas,
asilo de los pupilos
y amparo de las vïudas;
la que libertó los presos
de la cárcel, donde nunca
a no intervenir su aliento,
esperaban la soltura;
la de quien tiembla el infierno,
si su nombre se pronuncia,
y dicen que las vigilias
los mismos reyes le ayunan;
la que nos parió un león
con cuya rugiente furia
al dragón encantador
puso en vergonzosa fuga;
la más bizarra guerrera
que entre la alentada turba,
sirviendo al imperio sacro
mereció corona augusta;
la paladina famosa,
que con esfuerzo e industria
conquistó la Tierra Santa,
donde para siempre triunfa.
Ésta, pues, que a puntapiés
no hay demonio que la sufra,
pues en mirando sus plantas
le vuelve las herraduras,
coronada de blasones
y de hazañas que la ilustran,
por no caber ya en la tierra,
del mundo se nos afufa,
y andante de las esferas,
en una nueva aventura,
halla el tesoro escondido
que tantos andantes buscan,
donde con cierta virtud,
que la favorece, oculta,
de vivir eternamente
tiene manera segura.
Vaya muy en hora buena,
que será cosa muy justa,
que no muera como todas
quien vivió como ninguna.