Romance de Sor Juana Inés de la Cruz

A la Encarnación

Que hoy bajó Dios a la tierra
es cierto; pero más cierto
es, que bajando a María,
bajó Dios a mejor cielo.
Por obediencia del Padre
se vistió de carne el Verbo,
mas tal, que le pudo hacer
comodidad el precepto.
Conveniencia fue de todos
este divino misterio,
pues el hombre, de fortuna,
y Dios mejoró de asiento.
Su sangre le dio María
a logro, porque a su tiempo,
la que recibe encarnando
restituya redimiendo;
si ya no es que, para hacer
la redención, se avinieron,
dando moneda la Madre,
y poniendo el Hijo el sello.
Un arcángel a pedir
bajó su consentimiento,
guardándole, en ser rogada,
de reina los privilegios.
¡Oh grandeza de María,
que cuando usa el Padre Eterno
de dominio con su Hijo,
use con ella de ruego!
A estrecha cárcel reduce
de su grandeza lo inmenso,
y en breve morada cabe
quien sólo cabe en sí mesmo.
 

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